Cuentos con moraleja: "La última golondrina"
Una golondrina llegó tarde a la cita otoñal. Sus hermanas ya habían partido buscando un clima más templado. ¿Qué hacer? Se lanzó al mar ella sola. El sol brillaba con fuerza. No se divisaba ninguna nave donde poder descansar por unos minutos..
Después de varias horas le faltó el ánimo y decidió dejarse caer al agua y así morir.
En ese momento vio otra golondrina que planeaba casi a ras de mar en su misma dirección. Se alegró y, sacando fuerzas de flaqueza luchó para no caer muerta.
Cada vez que se sentía cansada, miraba a su fiel compañera, que la seguía en toda su evolución, y de esta manera volaba con más fuerza.
Llegó la noche y la golondrina amiga desapareció, pero la meta estaba ya muy cercana.
Se dijo entonces:
—¿Dónde estás, amiga de viaje?: ¿O tal vez sólo has sido mi propia sombra proyectada sobre el agua del mar?
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La vida es un arduo camino para hacerlo sólo. Siempre es bueno ir acompañado por si las fuerzas nos flaquean. Podrá haber ocasiones, como en el caso de esta golondrina, en el que parte del trayecto lo tendremos que hacer solos: una enfermedad, una desgracia, la pérdida de un ser querido. En esos momentos nos sentiremos abandonados y sin fuerzas. Pero siempre tendremos un recurso: acudir a Cristo. Ya nos lo dijo Él: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”. El saber que Cristo recorrió antes nuestro mismo camino; el saber que Cristo también nos acompaña ahora en el nuestro; y junto a Cristo, su Madre y los santos, nos dará fuerzas para no sentirnos solos. Sigamos en su compañía y nuestras noches no serán tan oscuras. Ellos harán el camino difícil junto a nosotros, nos mostrarán un motivo de esperanza para seguir luchando y nos conducirán a feliz puerto, donde encontraremos nuestro descanso.