Solemnidad de la Ascensión (B) (13 mayo 2018)
(San Marcos 16: 15-20)
“Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.”
Celebramos hoy la Solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Fiesta que en años anteriores se solía celebrar en jueves, pero que por motivos pastorales se suele trasladar al siguiente domingo.
Tal día como hoy, Jesús, después de haberse encarnado y permanecer con nosotros durante más de treinta años, volvía al Seno del Padre. Desde entonces, Jesús ya no estará físicamente presente entre nosotros hasta que lo volvamos a ver de nuevo en su Segunda Venida al final de los tiempos cuando venga a consumar este mundo y celebrar el Juicio Final.
Pero a pesar de que Jesús se marchó, Él siempre ha permanecido con nosotros, cumpliendo así su promesa: “Yo estaré con vosotros para siempre hasta la consumación del mundo” (Mt 28:20b); pero esta presencia ya no es física, aunque sí es real: a través del sacramento de la Eucaristía.
Mientras que esperamos su vuelta, Él nos dio muchas misiones que cumplir: bautizar a todas las gentes (Mc 16:16); renovar el sacrificio eucarístico (Lc 22:19), perdonar los pecados (Jn 20:23), predicar la buena nueva a todas las gentes (Mc 16:15) …
Para cumplir esta misión el mismo Jesús eligió a doce apóstoles y les dijo que guardaran todo lo que Él les había enseñado (Mt 28:20). Al mismo tiempo, nos dijo a nosotros que teníamos que escuchar a sus apóstoles (y sucesores), pues era lo mismo que escucharle a Él (Lc 10:16). Y nos hizo la promesa de enviarnos al Espíritu Santo (Pentecostés) para que Él nos recordara, enseñara… todo y al mismo tiempo nos diera la gracia para ser fieles a Dios.
Este es el tiempo en el que vivimos nosotros. Nosotros somos los que tenemos que cumplir todas estas enseñanzas y mandatos de Jesús; al tiempo que nuestro corazón permanece anhelante hasta que lo veamos de nuevo en su Segunda Venida y nos lleve con Él definitivamente a los cielos.