“Al salir ya de Jericó con sus discípulos y una crecida muchedumbre, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino, oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí! Muchos le increpaban para que callase; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí!" Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llamaron al ciego, diciéndole: Animo, levántate, que te llama. El arrojó su manto y, saltando, se llegó a Jesús. Tomando Jesús la palabra, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Señor, que vea. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino”.
“Al salir ya de Jericó con sus discípulos y una crecida muchedumbre”
El Señor tenía un gran poder para atraer a las muchedumbres. Su personalidad, sus enseñanzas, sus milagros, eran cosas poco comunes. Las personas se sentían cautivadas al conocerle. Si nosotros no hemos sido “cautivados” todavía por Cristo probablemente es porque todavía no le conocemos.
“…un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino, oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!”
La ceguera es lo que hizo que este hombre buscara a Jesús. El Señor se vale en muchas ocasiones de nuestras limitaciones para que así: primero reconozcamos que necesitamos y ayuda; y segundo, busquemos a Aquél que nos puede ayudar.
“Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: -Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. Él les dijo: -¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: -Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. Y Jesús les dijo: -No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? -Podemos -le dijeron ellos. Jesús les dijo: -Beberéis el cáliz que yo bebo y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes está dispuesto. Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. Entonces Jesús les llamó y les dijo: -Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las oprimen, y los poderosos las avasallan. No tiene que ser así entre vosotros; al contrario: quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos: porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos”.
“Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: -Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”.
Es curioso que si comparamos este texto con el pasaje paralelo que nos trae San Mateo (Mt 20: 20-28), aquí son Santiago y Juan quienes le hacen la petición a Cristo; en cambio en San Mateo es la madre de ambos la que se acerca con sus hijos a Jesús para hacerle la petición. Estas pequeñas variaciones nos hablan de diferentes “tradiciones” a la hora de componer los pasajes del Nuevo Testamento. Es por ello que es normal que se vean pequeñas diferencias. Estas diferencias en ningún momento cambian la enseñanza final, y en el fondo hablan de la autenticidad de los Evangelios, pues si hubieran sido una “falsificación” ya se habrían preocupado de poner de acuerdo todos los textos en los que hay pequeñas diferencias.
“Salido al camino, corrió a él uno, que, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, no harás daño a nadie, honra a tu padre y a tu madre. El le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Jesús, poniendo en él los ojos, le amó, y le dijo: Una sola cosa te falta; vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme." Ante estas palabras se anubló su semblante y fuese triste, porque tenía mucha hacienda. Mirando en torno suyo, dijo Jesús a los discípulos: ¡Cuan difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen hacienda! Los discípulos se quedaron espantados al oír esta sentencia. Tomando entonces Jesús de nuevo la palabra, les dijo: Hijos míos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de los cielos! Es más difícil a un camello pasar por el hondón de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. Fijando en ellos Jesús su mirada, les dijo: A los hombres sí es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible. Pedro entonces comenzó a decirle: Pues nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido. Respondió Jesús: En verdad os digo que no hay nadie que, habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos por amor de mí y del Evangelio, no reciba el céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, madre e hijos y campos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero, y muchos primeros serán los últimos, y los últimos los primeros”.
“Salido al camino, corrió a él uno, que, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?”
Según nos cuenta el evangelio un hombre, que estaba bastante interesado en ser bueno, se acerca corriendo a Jesús y se pone de rodillas ante Él. No hemos de olvidar nunca que aunque Él quiere ser nuestro amigo, es también nuestro Dios; por lo que nuestra actitud ante Él ha de ser de cariño y también de adoración. Adorar a Dios es un intento de ponernos a nosotros en nuestro lugar y a Él en el suyo. Es un reconocimiento de su divinidad. “Sólo ante Dios te arrodillarás”.
“Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer. Él les respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron ellos: Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla. Díjoles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley;" pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra;" por esto dejará el hombre a su padre y su madre, y serán los dos una sola carne. Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos;" y Él les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla;" y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio. Presentáronle unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían. Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el Reino de Dios. En verdad os digo, quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos”.
“Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer”.
Los fariseos no se acercaban a Jesús con ganas de aprender sino de criticar. Ellos sabían muy bien lo que decía la Ley y lo que decía Cristo. Es por ello que querían enfrentar a Jesús con la gente, con las leyes civiles… No es la primera vez que hacían algo parecido; recordemos cuando le preguntaron a Jesús si era necesario cumplir con el tributo al César y pagar impuestos a los romanos; o cuando le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio para que Jesús la condenara.
“Dijóle Juan: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba los demonios y no está con nosotros; se lo hemos prohibido." Jesús les dijo: No se lo prohibáis, pues ninguno que haga un milagro en mi nombre hablará luego mal de mí. El que no está contra nosotros, está con nosotros. Pues el que os diere un vaso de agua en razón de discípulos de Cristo, os digo en verdad que no perderá su recompensa;" y el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen, mejor le sería que le echasen al cuello una muela asnal y le arrojasen al mar. Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible," donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. Y si tu pie te escandaliza, córtatelo; mejor te es entrar en la vida cojo que con ambos pies ser arrojado en la gehenna," donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo; mejor te es entrar tuerto en el reino de Dios que con ambos ojos ser arrojado en la gehenna," donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga”.
Jesucristo solía enseñar a sus discípulos y responderle a las preguntas que éstos le hacían. El evangelio de hoy nos presenta varias preguntas y respuestas dadas por Cristo ante situaciones concretas.